lunes, 10 de julio de 2017

DEJAR LO QUE NO SIRVE

MI QUERIDO “VICTIMISMO”:

Te escribo para decirte lo cómodo/a que estoy contigo, porque así no tengo, que sentirme responsable de mi vida y males que me pasen en la vida.


Porque me das permiso, para no adelantar y no desarrollarme interiormente, impides que aprenda de las cosas que hice, hago o me pasan. 

De este modo, le sigo DANDO EL PODER a las personas o cosas, que me hicieron, me hacen daño o lo que no me gusta que me esté pasando.

Con un continuo quejar del mal que me causan, así yo siempre el/la inocente que no mueve ni un dedo por salir por sí mismo/a adelante, una y otra vez, las veces que hagan falta hasta conseguir que todos me sirvan a mí de salvavidas... 

Mi querido victimismo, me siento tan bien en tu "trampa mortal", que hasta te aconsejo a los demás seres queridos que están a mi lado, les muestro lo injusto que es que nos pasen cosas malas y que son los demás, los que tienen la culpa. 

Me siento tan bien así, que no quiero ser feliz (inconscientemente), porque elijo seguir a tu lado sin coger las riendas de mi vida y ser yo de una y por todas...

POR LO TANTO

El que se vea reflejado en esta descripción que piense que no es tan extraño ni raro ser así, es una de las muchas estrategias de huida/evitación que emplea el cerebro (nosotros), en el intento de conseguir un estado de equilibrio, pero que son medidas desesperadas de defensa, ataque, huida o indefensión, que a medio y largo plazo, traen una serie de males mayores.

El peligro de sentirse víctima no está en haberlo sido, en declarar su natural y lícito mal estar, también, en darse permiso para sentirse mal por un suceso desagradable o un propio fallo, del que nos sintamos muy arrepentidos. 

Está en hacer que perdure ese pesar más allá de lo razonable (focalizarse en el trasgresor como medida de recuperación), según la causa del suceso, impidiendo el aprendizaje y superación de ello, puesto que un suceso siempre tiene un tiempo, característica y duración determinada, un momento dado, el cual no vuelve y menos tiene  porqué repetirse, por lo que regodearse en ello o poner barreras, solo provoca una espiral de negatividad, energías poderosas, llena de incapacidad, anulando toda posibilidad de salida, que impide tener aprendizajes de adaptación, de superación y éxito que se traducen en felicidad, RESILIENCIA.


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